31 enero, 2006

CoMo Si FuERaS...


Como si fueras el dueño absoluto de este corazón que me falta,
sin secretos...desnudos, perdidos en cualquier lugar,
no quiero que te pierdas nunca, si me quedo atrás vuelve por mí...
ahora solo busco las palabras que me salgan de ahí,
adonde me llegan las tuyas, adonde me llegas tú.
Ahora te necesito y no puedo siquiera oirte,
siento esta habitación tan y tan vacia...
y ni siquiera yo puedo llenarla, silencio... solo silencio,
y por más que intento imaginarte no puedo porque no te encuentro,
es un cuento, un cuento sin fin, cuantas paginas habrán pasado ya?
De colores eran nuestros besos...de colores ,
una niña morena, una atípica princesa en el cuento infinito,
el tiempo y la distancia querían molestarnos,
pero seguíamos llenando páginas y páginas, en blanco,
un trato...contigo, quizás algun día pueda estar contigo
y cuando llegue el momento, noche y día, de colores.
Pero ayer en mis sueños faltó tu mirada...
te espero cada noche hasta muy tarde,
pero anoche no estabas, que nadie hable ni invente, solo estabas descansando,
y solo llegaste tarde por venirte caminando...
Seguimos con nuestro libro abierto e inacabado
a veces imaginario o improvisado, para tí
con príncipes y princesas...solo tú.

Ya sé que no es gran cosa, pero esta es de cosecha propia... jejeje.
M' agradaría saber quí es la persona que me demane més... :) Gracies, aixó puja l'ànim.

16 enero, 2006

ANnaBeL LeE


Me apetecía compartir esto... es de Edgar Allan Poe, de mis favoritas...

AnNaBeL LeE
Hace muchos muchos años en un reino junto al mar habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee y crecía aquella flor sin pensar en nada más que en amar y ser amada, ser amada por mi.
Éramos sólo dos niños mas tan grande nuestro amor que los ángeles del cielo nos cogieron envidia pues no eran tan felices, ni siquiera la mitad como todo el mundo sabe, en aquel reino junto al mar.
Por eso un viento partió de una oscura nube aquella noche para helar el corazón de la hermosa Annabel lee luego vino a llevársela su noble parentela para enterrarla en un sepulcro en aquel reino junto al mar.
No luce la luna sin traérmela en sueños ni brilla una estrella sin que vea sus ojos y así paso la noche acostado con ella mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.
Nuestro amor era más fuerte que el amor de los mayores que saben más como dicen de las cosas de la vida ni los ángeles del cielo ni los demonios del mar separaran jamás mi alma del alma de Annabel Lee.
No luce la luna sin traérmela en sueños ni brilla una estrella sin que vea sus ojos y así paso la noche acostado con ella mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.
En aquel sepulcro junto al mar en su tumba junto al mar ruidoso.
Hace muchos muchos años en un reino junto al mar habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee y crecía aquella flor sin pensar en nada más que en amar y ser amada, ser amada por mi.

15 enero, 2006

Resulta que...


Resulta que ahora, que me gustaría escribir algo, no puedo... mis manos y mi mente están atrofiadas, paralizadas y vacias, sobretodo vacias...
Mis manos están dormidas.

Para que tú me oigas
mis palabras
se aldelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda